Foto: tomada en Museo Ballenero de Quintay
En estos días en que los habitantes del hemisferio sur atravesamos el solsticio de invierno, viviendo el día más corto y la noche más larga del año, nuestros pueblos originarios celebran el We Tripantuy el Inti Raymi, por lo que queremos compartir algunas reflexiones sobre la relación entre las cosmovisiones indígenas y el mar.
El mar ha sido fuente de vida y de sentido para generaciones de seres humanos que han habitado este continente desde hace miles de años. El pueblo Rapa Nui en Isla de Pascua, Changos en el Norte, Lafkenche y Huilliche el Sur, Kawésqar en los canales más australes… A lo largo de la costa chilena, hay registros tanto históricos como arqueológicos de presencia humana de diversos pueblos que nos recuerdan un vínculo inmemorial entre los humanos y el mar.
La riqueza de estas cosmovisiones ancestrales ha nutrido numerosos mitos y leyendas, que han ido llegando a nosotros por la vía de la transmisión oral, a menudo entrelazadas con otras expresiones culturales de los colonizadores en un sincretismo único. Desde el mito del combate entre Kai Kai y Treng Treng, cuyos sobrevivientes dieron origen al pueblo Mapuche, hasta los bailes chinos en honor a San Pedro en el Norte o las historias del Caleuche y La Pincoya en Chiloé, destaca el mito de Trempulcahue en Isla Mocha. Hoy queremos resaltar este relato proveniente de la tradición oral lafkenche.
Según cuenta la tradición, las Trempülkalwe o Trempulcahue eran cuatro ancianas o machis que se sumergían en el océano a la caída del Sol para guiar las almas de los difuntos hasta el Ngill chenmaywe, espacio espiritual de encuentro de las almas, lugar asociado a la isla Mocha en el Océano Pacífico, frente a la actual Tirúa. Las Trempülkalwe se transformaban en criaturas marinas -que algunos asemejan a ballenas-, nadaban sólo por las noches y no podían ser vistas por los seres vivos. Algunos vinculan la singular historia del cachalote albino Mocha Dick y la posterior novela Moby Dick a este mito.
Por su parte, en la Isla grande de Chiloé, la mitología mestiza chilota con influencia posiblemente de origen huilliche, describe a un barquero malhumorado cuyo nombre es Tempilcahue (notablemente similar al mito anterior) que transporta a las almas hasta el mundo espiritual de “la otra orilla”. Según cuentan los antiguos, los difuntos son sepultados con unas piedrecitas azuladas denominadas “llancas”, a fin de pagar el viaje y suavizar un poco el mal genio del barquero que, según dicen, suele pegarles con el remo a las almas transportadas. Algunos autores mencionan que el barquero acostumbra cobrar un plus por el pasaje de perros y caballos que acompañen a sus amos en el viaje final. Este personaje también es mencionado en la leyenda de las Ánimas de Cucao.
Fuentes: